Dr. Saúl Lara Espinoza
Coordinador de la Maestría en Juicios Orales del CEUS
(Columna Sustancia sin retórica, Periódico El Debate)
Si bien es verdad que la norma constitucional y legal permite la reelección, también es cierto que no existe el pase automático para ello, sino hay que ganársela a pulso. Es decir, con trabajo concreto y efectivo que trascienda a favor de la sociedad. No sólo para hacer negocio con el poder y vivir en el confort a partir del erario público de quienes pagamos impuestos y derechos.
Dicho trabajo efectivo debe demostrarse en los hechos, no únicamente pagando propaganda con dinero del pueblo para simular que se está trabajando.
No, porque eso es sólo inducción de imagen personal a costillas del pueblo trabajador y de los empresarios que invierten y arriesgan su capital.
Para demostrar la efectividad del trabajo de quienes pretenden reelegirse, hay que evaluarlos con el rigor técnico requerido, para lo cual es necesario verificar las atribuciones que cada quien tiene a partir de las normas que rigen el cargo de quienes pretenden hacerlo, o brincar a otro puesto de elección popular de mejor nivel que les deje mayores “ganancias” a esos que dicen o creen ser “políticos”.
Decimos “ganancias” entrecomilladas, porque la mayoría hacen negocios turbios a expensas del poder público, ya sea creando empresas a nombre de determinados prestanombres o testaferros, a las cuales les adjudican pingües contratos; simulando ciertas licitaciones públicas, o realizando adjudicaciones directas que en realidad son materialmente de ellos, a quienes la vox populi les llama “políticos” a ese tipo de personajes, pero en realidad en mi rancho o colonia les denominan bandidos o rateros. Así de simple.
Ah, eso sí, algunos de ese tipo de personajes tienen mucha habilidad histriónica para sonreír en cualquier acto público en el que se presentan. Unos, incluso, hacen propaganda a raíz de determinadas desgracias ajenas, apareciendo como los “mecías” o “salvadores” en los medios de comunicación. Ello a raíz por ejemplo, de algún incendio de una vivienda humilde, ya sea donde habitan niños o adultos mayores.
Hechos o siniestros en los cuales son aprovechados por esos “políticos” para darse manejo o propaganda personal al ser entrevistada a esa gente humilde en determinado acto, haciendo aparecer a cierto “político” como un salvador o casi un mecías en la entrega de determinada vivienda reparada o nueva; habiéndose utilizado para ello un recurso proveniente de los contribuyentes.
Esos son mecanismos publicitarios muy recurrentes que emplean ese tipo de personajes para aparecer como si fuesen benefactores en hechos muy excepcionales, pero que en realidad se tapan o hacen caravana con sombrero ajeno.
No hay que irse con la finta, ni obrar por mera emoción a la hora de emitir el sufragio por un personaje de esa catadura en determinado proceso de elección, en el cual un tipo con esas características histriónicas o artísticas pretenda reelegirse.
Por esa razón se recomienda evaluar con rigor técnico a esa clase de personajes que se colaron en la “política”, pero que en realidad hacen negocio particular con el poder público, o tienen ciertas empresas personales para saciar, incluso, determinados instintos de cierta índole, que en derecho penal se le denomina tipológicamente de otra manera.