Dr. Saúl Lara Espinoza
Coordinador de la Maestría en Juicios Orales del CEUS
(Columna Sustancia sin retórica, Periódico El Debate)
En el ámbito gubernamental y político es muy común la formulación y/o pronunciamiento de discursos oficiales apartados de la realidad; los cuales en la mayoría de los casos los formulan para construir un imaginario social, o bien para “endulzar” el oído o saciar el alterego del gobernante en turno, aun cuando rayen en la mentira por no tener el sustento suficiente en los hechos si revisamos con mesura, seriedad, rigor técnico y objetividad esa realidad; ante lo cual nos percatamos fácilmente que estamos frente a un discurso lleno de mitomanía.
Estos son hechos por lo general por asesores que tienen la característica de personalidad de cortesanos, y quienes los pronuncian son sus víctimas en el mejor de los casos, y en el peor pretenden o engañan a la ciudadanía para construir el referido imaginario social aunque estén llenos de mentiras.
Dichos discursos no son congruentes con la realidad, pues si revisamos las estadísticas —aún las oficiales— para comprobar o discomprobar, por lo regular nos percatamos de una situación muy distinta a la que se dibuja mercadológicamente en la perorata o retórica demagógica, haciendo aparecer al gobernante en turno como el nuevo “héroe” patrio, y hasta “salvador” de todos los problemas en cada aldea en que gobiernan, ya sea nacional, estatal o municipal. Es decir, ya sea presidente de la República, gobernador de algún estado, o presidente de un municipio cualquiera; en cuyos homenajes conmemorativos, entrega de obras o alguna otra ocasión especial, pronuncian discursos confeccionados que equiparan a sus jefes como si fuesen los nuevos “mesías” aquí en la tierra.
Ah, es tanto el alter ego de mayoría de ellos, que llegan a creer tanta mentira, que rayan en la mitomanía, la cual en términos del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, tiene dos definiciones en sentido figurado.
La primera dice que esta es una “Tendencia morbosa a desfigurar, engrandeciéndola, la realidad de lo que se dice”. Y la segunda, de que es una “Tendencia a mitificar o a admirar exageradamente a personas o cosas”.
En la disciplina médica de la siquiatría, el profesor Michel Lejoyeux, jefe del servicio de psiquiatría y adicciones del hospital Bichat de París, nos da su visión al respecto, en el sentido de que las “…personalidades mitómanas tan extravagantes, al no poder hacer frente a la realidad, se sumergen en un mar de mentiras…”.
De tal manera que un gobernante miente en cualquier contexto, incluido por supuesto cuando se está frente a la burocracia o al pueblo al que va dirigido el mensaje de un discurso. Lo grave del caso, es que un mitómano se cree así mismo sus propias mentiras, muy alejadas de la realidad.
De ahí que no conviene y se recomienda a los asesores, no confeccionar discursos para los políticos que sean distantes de esa realidad. También se les sugiere que no sean tan cortesanos o lambiscones con sus jefes.
