Por Saúl Lara Espinoza (SUSTANCIA SIN RETÓRICA, Periódico El Debate)
Coordinador de la Maestría en Juicios Orales del CEUS
Una de las causas de la Revolución Mexicana tuvo su origen en el gran fraude electoral de 1910. Este es uno de los auténticos motivos por los que Francisco I. Madero convocó a ella en el famoso Plan de San Luis. Tan es así, que el lema de dicho plan fue: sufragio efectivo. No reelección.
Claro, para llamar al levantamiento armado se aprovechó el gran descontento social generado por el dictador Porfirio Díaz, su famoso gabinete y los intereses económicos que protegía a favor la oligarquía de aquel tiempo (cualquier semejanza con la realidad actual es mera coincidencia).
El fraude electoral de ese año (1910) fue motivo para que Madero emprendiera una vigorosa lucha legal contra ese añejo problema comicial que, al parecer, históricamente se trae tatuado en los genes del propio régimen político, puesto que también las elecciones de 1928, en las que contendió don José Vasconcelos contra el general Álvaro Obregón, también estuvieron impregnadas de un fraude electoral, aunque en proporciones distintas.
Algo parecido ocurrió en las elecciones de 1940, en las que contendió el popular general Juan Isidro Andreu Almazán, contra del general Manuel Ávila Camacho, quien era el candidato oficial del régimen político de aquel tiempo.
A raíz de dicho proceso electoral, acusado también de fraudulento, hubo la intención de Andreu Almazán de un nuevo levantamiento armado, habiendo auscultado para ello a las autoridades de los Estados Unidos de América, de quien no encontró suficiente eco para decidirse.
En 1988 se denuncia un nuevo fraude electoral, cuyo triunfo legítimo se atribuyó al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. Para borrar todo vestigio del mismo, se presume que fueron quemadas todas las boletas electorales, las cuales eran custodiadas en el sótano del edificio en San Lázaro, sede de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.
Ya en esta nueva centuria, en el año 2006, siendo candidato opositor al régimen foxista, el actual dirigente del partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Andrés Manuel López Obrador, se habla de un nuevo fraude electoral, presumiéndose que el día y horas posteriores a la elección se operó por propios y extraños a favor de Felipe Calderón Hinojosa; habiéndose erigido o autoproclamado López Obrador como “presidente legítimo”, y a Calderón calificado como “presidente espurio”.
Así que en alrededor de un siglo se han acusado al menos de cinco procesos electorales federales fraudulentos al cargo de presidente de la República. Y una gran cantidad a otros diversos cargos tanto federales como locales.
De ello ha derivado, históricamente, la ausencia de legitimidad de muchas de las autoridades en este país, hablando en términos estrictos de democracia.
Ojalá que en las próximas elecciones del 2018 no se despierte al México Bronco, porque a nadie le conviene. Lo que sí conviene es que se realice una contienda electoral auténticamente equitativa y limpia, que no deje ningún ápice de duda de su legitimidad.
Somos de la idea así por las buenas o legalmente, Andrés Manuel López Obrador jamás será presidente de la República. Al menos que tenga el suficiente valor para despertar a ese México Bronco. Aunque no creemos que lo haga, porque el cambio de régimen que pregona, lo quiere realizar por la vía pacífica; lo cual, simplemente, se torna ingenuo. Él ya sabe que el negocio del poder no se deja tan fácilmente. Las muestras se las han dado, y con creces.
[URIS id=411]