Por Miguel Alonso Rivera Bojórquez
Coordinador de Comunicación Social del CEUS
Este año el Capitán Segundo de Infantería Retirado del Ejército (matrícula 6291275), Sigifrido Cuén Morales, llega a los 70 años de edad. A lo largo de su trayectoria fue miembro de los cuerpos policiacos y tuvo bajo su responsabilidad la seguridad de los exgobernadores de Sinaloa Francisco Labastida Ochoa y Renato Vega Alvarado.
Nació el 8 de agosto de 1947, en una casa de muros de adobe de la comunidad de Agua Caliente de los Monzón, sindicatura de Tepuche, municipio de Culiacán. Su padre, el ejidatario Adán Cuén Uriarte, nació en esa misma comunidad el 10 de octubre de 1916. Fue quien levantó la humilde vivienda familiar para casarse con Julia Morales Valdez, que nació en julio de 1914.
En esta cuna, entre los beneficios naturales de la arboleda, nacieron el maestro Héctor y el agricultor Gilberto, ya fallecidos. Sigifrido fue el tercero de los cuatro hijos, le siguió el contador César, quien vive en Ensenada.
Sus abuelos paternos Manuel Cuén Uriarte y Francisca Uriarte y sus abuelos maternos Lázaro Morales Ibarra y Elisa Valdez Zamorano, vivieron los tiempos revolucionarios y conocieron al corpulento general Juan Manuel Banderas Araiza, el militar más puro y valiente que parió la revolución en Sinaloa, originario también de Tepuche, donde nació en 1872.
Cuén dio sus primeros pasos en este poblado de árboles, arroyos intermitentes y aguas termales con alto contenido sulfuroso y propiedades curativas. La casa donde nació todavía se encuentra de pie en este extremo de la avenida Obregón, en la localidad que, en temporada vacacional, es un destino de recreación por las aguas del río Humaya que cruza el pueblo, procedente de Badiraguato, y se dirige rumbo a la ciudad de Culiacán, para unirse al Tamazula y formar el río Culiacán.
LA CARRERA DE LAS ARMAS
En su pueblo solamente se podía cursar hasta tercer grado de primaria, por lo que se fue con su tía Eva Cuén Uriarte a Guaymas, Sonora, donde estudió la primaria y la secundaria. Eva no tenía hijos, así que prácticamente lo adoptó.
Un capitán, jefe de defensa rural, era amigo de su padre y le ofreció:
– ¿Por qué no mandas al chamaco a estudiar al Heroico Colegio Militar?
La idea fue aceptada y Sigifrido se trasladó a la Ciudad de México donde se graduó como subteniente de infantería, incluyendo el bachillerato. Fue miembro de la generación 1967-1970, que celebró el cincuentenario de la reapertura del Heroico Colegio Militar el 5 de febrero de 1920.
Al graduarse tenía que ser enviado a una unidad de tropa y el destino quiso que fuera el Batallón de Infantería No. 14 de La Paz. De 1970 a 1981 desempeñó las funciones inherentes a los grados militares de subteniente, teniente y capitán segundo de infantería.
El Mayor Sergio Bustamante, Jefe de la Seguridad del segundo gobernador de Baja California Sur, Alberto Andrés Alvarado Arámburo (1981-1987), le da su primer trabajo como escolta. El gobernador era un hombre alegre: ya retirado de la función pública, a los 71 años de edad, murió asesinado en Paseo de la Reforma, en la Ciudad de México, cuando se resistió a darle su reloj, de la marca Rólex, a un asaltante.
DE REGRESO A SINALOA
Su compadre, entonces coronel Gilberto Rafael Limón Félix, padrino de su hijo Sigifrido, lo invitó a trabajar en la seguridad del gobernador de Sinaloa, Francisco Labastida Ochoa (1987-1992). Gilberto, quien falleció en 2007, fue General de Brigada Diplomado de Estado Mayor y pudo ser el Jefe del Estado Mayor Presidencial si Labastida no hubiera perdido la presidencia de la República en el año 2000.
Fue un férreo Jefe de Seguridad e incluso sufrió atentados por el estricto celo con que cuidaba a su jefe. Cuando su casa en la colonia Las Quintas fue balaceada, tuvo que irse a vivir a la zona residencial militar ubicada en la Colonia Guadalupe en Culiacán. Fueron tiempos difíciles. Incluso, esa época fue marcada por el asesinato de la abogada Norma Corona en 1990.
Finalmente, ante diversas amenazas recibidas, tuvo que salir de Sinaloa y la seguridad de Labastida quedó en manos del Capitán de Caballería José Roberto Ramírez Limón, y el Capitán Sigifrido Cuén fue nombrado Jefe de Avanzada.
Posteriormente, el Capitán Sigifrido Cuén fue jefe de escoltas del gobernador Renato Vega Alvarado (1992-1998), siendo el jefe de seguridad el Capitán en retiro Conrado Salazar Valdovinos.
Tuvo que dejar esa responsabilidad el 16 de febrero de 1995 para desempeñar el cargo de segundo comandante (subdirector) en la dirección de la policía intermunicipal, dependiente de la Secretaría de Protección Ciudadana, puesto que desempeñó hasta el 28 de febrero de 1999. Entre 1995 y 1999 enfrentó etapas llenas de anécdotas con situaciones que originaron cambios abruptos en su vida y que narraremos en otra entrega.
De 1999 a 2001 fue jefe operativo de la estación central de autotransportes en Culiacán y jefe del departamento de supervisión, dependiente de la Dirección de Vialidad y Transportes. De 2002 a 2004 fue ayudante personal y supervisor de seguridad de las cárceles municipales con el Capitán de Infantería José Román Pedregal Soto, director de Prevención y Readaptación Social en Sinaloa.
Desde 2006, el Capitán Cuén labora en los Servicios de Educación Pública de Sinaloa donde se ha desempeñado como director del albergue escolar de Santa Cruz de Alaya en Cosalá; subjefe de transportes, dependiente de servicios generales y finalmente, cumpliendo funciones administrativas.
DISCIPLINA, VALORES Y EDUCACIÓN PARA LA PAZ
Uno de sus goces es su hogar. Fueron cuatro hijos los que procreó con su esposa: Martina Martínez de Cuén, a quien conoció en La Paz: Iveth, secretaria; Sigifrido, arquitecto; Karina, mercadóloga y Alejandra, nutrióloga.
A lo largo de su vida, ha dejado amigos entre los de abajo y los de arriba. Es un hombre de fe que cree en la posibilidad de la paz. “Debemos ser más humanos”, sostiene el capitán. “Nuestra sociedad, nuestros jóvenes, requieren disciplina y rescatar esos valores perdidos”.
“El ser humano debe educarse para la paz pero prepararse para la adversidad porque la vida está llena de retos. Sin embargo, el ideal es vivir con amor. Hoy tenemos un pueblo enfermo de adicciones, familias disfuncionales y descomposición social”, lamentó.
“La disciplina no es privativa de la instrucción militar –subrayó-: todos debemos ser puntuales, vestir con corrección, ser limpios, cortarnos las uñas, andar bien peinados, ser respetuosos. Debemos querernos a nosotros mismos y querer a los demás”.
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