* El Subsecretario de la Marina Armada de México, Almirante Eduardo Redondo Arámburo –originario de Escuinapa, Sinaloa- ha fortalecido la inteligencia naval a pasos agigantados en los últimos años y, en estos tiempos de polémica por la creación de la Guardia Nacional, el papel del Sistema de Inteligencia Naval sin duda será fundamental para la seguridad nacional y el combate al delito.
Por Miguel Alonso Rivera Bojórquez (EXCLUSIVA)
La vocación de las armas le viene por la línea materna. El amor hacia el océano, por el horizonte de arena y mar, con esos paisajes de embrujo de iluminadas copas de palmeras mecidas por la cálida brisa de su pueblo natal.
Cuando era niño, recuerda que en Escuinapa se dibujaba una majestuosa línea azul en el horizonte, que ascendía por los caminos del cielo, transformando su corazón en navegante. Sus pequeños pasos lo guiaron a la cubierta de un barco y, parafraseando a Pablo Neruda, cuenta que salir a los mares fue una sensación infinita pues en la costa salió a recibirlo el extenso sabor del universo.
El Subsecretario de la Marina Armada de México, Almirante Eduardo Redondo Arámburo, guarda un lugar especial en sus recuerdos de niño para sus abuelos maternos: Rodrigo Arámburo Sánchez y Adela Cristerna Cruz.
Nació el 26 de julio de 1956 en cuna humilde. Creció con sus dos hermanos en una casa antigua de paredes anchas de aproximadamente ochenta centímetros, con un techo inclinado de horcones, latas y vara blanca cubierta con lodo y tejas de arcilla.
Su ombligo está enterrado en la vida tranquila de Escuinapa, un pueblo con tierra fértil, un mar generoso y una salinera donde la pesca y la agricultura son sus actividades principales.
De pequeño su diversión era ponerse los guantes de boxeo con sus hermanos, jugar béisbol en la calle con palos rústicos, canicas, trompo y balero. Fue un niño sobresaliente que incluso visitó, en julio de 1969, al presidente de México en Palacio Nacional.
En sus correrías deportivas participó en competencias de boxeo amateur, entrenado por boxeadores profesionales de la Perla Camaronera, como Víctor “Pajarito” Plascencia Gaspar.
Recuerda a su madre, Balbina Arámburo Cristerna, haberla visto llegar con sus hijos hasta el mar, sintiendo en el rostro el viento de las estaciones y recuerda las tribulaciones que pasaron. Pero más allá de esos bellos paisajes con olor a mar, a camarón, y sembradíos de chile, mangos y cocoteros, comprendió que, detrás de toda esa magia, estaban escondidos su futuro y su destino; su deber, era ir a buscarlo.
Esas son las remembranzas del Hijo Pródigo y Ciudadano Distinguido de Escuinapa; esa es la herencia familiar de una vocación de lucha por los ideales que forjaron su espíritu.
LA LUCHA POR LOS IDEALES: HERENCIA FAMILIAR
Su abuelo Rodrigo fue un minero convencido del “magonismo”, movimiento social con un pensamiento revolucionario congruente. De hecho, Rodrigo se fue a vivir a Mexicali durante uno de los largos periodos de exilio de su guía ideológico, Ricardo Flores Magón.
A principios del siglo XX, antes del auge económico de estos lares, la mayoría de las casas en Mexicali estaban construidas con adobe, pero fue en esa etapa que el “magonismo” hizo raíces en Baja California. Después de la muerte de Ricardo Flores Magón en una prisión de Estados Unidos, Rodrigo también falleció y fue sepultado en Mexicali.
Adela, prima hermana de Refugio Cruz Gómez, mamá del famoso actor y cantante Pedro Infante Cruz, nació en El Rosario en la cuna del recaudador de hacienda Pedro José Cristerna Echeagaray y Agripina Cruz Acosta, quienes se casaron en 1898 y tuvieron nueve hijos. De sus bisabuelos también guarda gratos recuerdos, aunque Agripina –a quien alcanzó a conocer- murió cuando él era pequeño.
Su tercer abuelo, o tatarabuelo, fue el coronel Modesto Cristerna García, quien llegó a ser comandante del octavo regimiento de caballería juarista en 1874.
Modesto se casó con Adela Echeagaray en 1873, con quien procreó dos hijos: el primero fue Pedro José, que vino al mundo en 1874, y Policarpo Alfredo, en 1875. Pedro José, también recordado como Pedro J. Cristerna. Esas son las raíces de Eduardo, que estudió hasta la secundaria en Escuinapa y luego se fue a la Escuela Naval siguiendo su vocación genética: luchar por los ideales y defender a la patria.
EL CORONEL JUARISTA MODESTO CRISTERNA: SU TATARABUELO
Modesto Cristerna García nació en el Real de Ramos, Partido de Ojocaliente, San Luis Potosí, que actualmente pertenece al estado de Zacatecas, el primero de julio de 1828, en la cuna del herrero Ramón Cristerna y Francisca García. Las crónicas cuentan que Modesto fue raptado a la edad de ocho años por una horda de indígenas sanguinarios venidos de la frontera a los que sirvió hasta la edad de 15 años colocando herraduras a sus caballos para despistar a los federales.
Se trataba de feroces apaches que se dedicaban al pillaje y a la depredación, dejando una estela de destrucción a su paso por las poblaciones. Por esta razón, en Estados Unidos y algunos gobiernos de México se ofrecía dinero por la cabellera de cada indígena.
Con los apaches aprendió a montar a caballo con apenas ocho años de edad y el pequeño herrero se convirtió en un fantasma de movimientos furtivos que sabía salir ileso de una ráfaga de balas; se hizo hombre a base de lecciones de supervivencia, desde descuartizar un animal a cuchillo, alimentarse en el monte, pescar en el río, y un soldado, un guerrero, en el uso del rifle y sus municiones.
En 1843 los federales sorprendieron a los apaches nómadas en Charco Blanco, resultando herido Modesto Cristerna, quien estuvo a punto de ser ejecutado pero, al hablar en español y narrar la odisea de su secuestro, logra salvarse. Por su conocimiento sobre las costumbres de los apaches es incorporado a las fuerzas militares y por su valentía, eficiencia y arrojo, ascendió de grado rápidamente.
UN DUELO A MUERTE A PUNTA DE MACHETE
Sus operaciones fueron en Coahuila, Durango, Jalisco, Zacatecas y Sinaloa donde, por cierto, Modesto Cristerna, con muy poca gente, defendió la plaza de El Rosario de las fuerzas nayaritas del indígena de la tribu cora Manuel Lozada. Durante ese hecho de armas un representante de Manuel Lozada, “El Tigre de Alica”, le pidió entregara la plaza, a lo que Modesto respondió:
– “Aunque somos pocos sabemos pelear hasta morir, dile a tu jefe que no le entregaremos Rosario y vamos a defendernos hasta el último hombre. Y a ti –le dice al enviado- te reto a un duelo a muerte con espada o sable”.
El enviado lleva el mensaje a Lozada, jefe de los sitiadores nayaritas, y pide permiso a este para celebrar el duelo. A lo que Manuel Lozada precisó:
– “Estoy de acuerdo y doy la venia para el duelo: si pierde Cristerna me entregan la Plaza y si pierde mi enviado nos retiramos sin combatir”. El acuerdo fue aceptado.
El duelo mortal a punta de machete se realiza en la comunidad de “Palo Cagao” y entre los espectadores había gente de ambos bandos. Los aguerridos soldados blandían machetes que surcaban el cielo buscando asestar un golpe certero en la humanidad de su oponente. Sin tregua, apenas lograban zafarse del envite asesino. Era matar o morir.
Cuando finalizó el duelo, Cristerna se limpió la sangre y el sudor de su rostro. No era su sangre, sino la de su oponente. Sin saña dejó a su rival desangrándose, muriendo por la gravedad de las heridas.
Sanguinario pero hombre de palabra, “El Tigre de Alica” cumplió su promesa y retiró el sitio sin combatir.
Por esta razón se le rinde homenaje al valiente coronel Modesto Cristerna en una de las céntricas calles en El Rosario, misma que lleva su nombre hasta la fecha.
JULIA “LA ROJEÑA”
Corría el año de 1876 cuando Julia “La Rojeña” se incorporó a las fuerzas del Coronel Modesto Cristerna. Era una mujer varonil que le gustaba la vida de soldado, vestir de charro, andar a caballo, pelear, entrar a combate al frente de la tropa y batirse en duelo. Valiente y agresiva, mató a muchos hombres en combate y fue protagonista guerrera de grandes hazañas. La historia de Julia, en una sociedad de hombres, es curiosa. La razón por la que adaptó su vida de mujer a la de soldado fue la muerte de su esposo. “El Rojeño” era un soldado raso, originario de Escuinapa, que formaba parte de las fuerzas del Coronel Jorge Granados. “El Rojeño” murió en un enfrentamiento contra los invasores en Concordia.
Días después, se presentó ante el jefe Camilo Isordia esa legendaria mujer del pueblo de Escuinapa:
– Vengo a enlistarme como soldado en las tropas del general Ramón Corona, porque quiero vengar la muerte de mi esposo. Me pueden llamar desde ahora “Julia La Rojeña” y quiero morir por la misma causa que defendió mi esposo.
No cabía de la sorpresa Don Camilo Isordia cuando “La Rojeña” agregó.
– También quiero que enliste a mi hijo único para que sirva a la tropa como “trompeta de órdenes”.
Fue respetada como militar y es una singular historia de género que trasciende, con mucho, los sexos. En 1872, tras concluir la intervención francesa, “La Rojeña” forma parte de las tropas del general Rubio. Ese mismo año, con motivo del plan de La Noria, “La Rojeña” se dio de alta en las tropas del General Domingo Rubí, y en las del Coronel Don Manuel Martínez.
Su hijo se separa de su madre y se va a las fuerzas de vanguardia del Ejército de Occidente, que marcharon a Querétaro al mando del Coronel Don Eulogio Parra.
En 1876, se suma a las fuerzas de Don Modesto Cristerna. Se hizo famosa en Mazatlán, Concordia, Escuinapa, Rosario y San Ignacio. En una ocasión fue herida y hecha prisionera, logrando fugarse enseguida.
Modesto Cristerna García sirvió con honor al gobierno de Benito Juárez García. De manera oficial, el coronel Cristerna murió en combate en Cosalá al frente de una columna de ataque, el 5 de enero de 1877, al recibir la embestida del general Jesús Ramírez Terrón, quien posteriormente buscó la gubernatura como recompensa a sus servicios como dirigente militar de la revuelta tuxtepecana en Sinaloa. Francisco Cañedo mandó matar a Jesús Ramírez Terrón en El Salto, cerca de Mazatlán, el 22 de septiembre de 1880. Lo veía como un peligro para su permanencia en el poder.
El 21 de enero de 1877, en el parte firmado por el general Jesús Ramírez Terrón, enviado al General Porfirio Díaz, sostiene que dio muerte en batalla al coronel Modesto Cristerna, sin embargo, otra versión indica que fue tomado prisionero y asesinado a traición por un pistolero. Por su parte, “La Rojeña” perdió a su hijo en un combate en Tamiahua en contra del General Donato Guerra. Luego de la muerte de Modesto Cristerna, “La Rojeña” formó parte de las tropas del general Jesús Ramírez Terrón y murió ahogada al cruzar un río.
MI ORGULLO ES SER MARINO
Terminando la secundaria en Escuinapa, Eduardo se fue a la Escuela Naval. Sabía que había elegido una carrera para toda su vida.
Ya era un muchacho sencillo del sur de Sinaloa, de ese pequeño pueblo heroico que fue quemado tres veces por Manuel Lozada, “El Tigre de Alica”, cuando se dispuso a salir del hogar para continuar con su proceso educativo. Atrás quedaron los mares del Océano Pacífico que describiera Julio Verne en El Eterno Adán.
Su destino era contemplar el vasto horizonte del Golfo de México en el municipio de Alvarado, Veracruz. Eduardo realizó su formación de oficial de la Armada de México en “Antón Lizardo”, localidad sede de la Heroica Escuela Naval Militar.
La historia recuerda la gesta heroica de los cadetes de esta escuela naval que defendieron la patria de las fuerzas de Estados Unidos en 1914.
El nombre de este pueblo es en honor de un capitán de piratas español llamado Antonio Lizardi, que fue bautizado por la gente como Antón Lizardo, una especie de Robin Hood que robaba a los saqueadores de oro y plata de la nación.
Luego de graduarse como Ingeniero en Ciencias Navales en 1977, hizo su especialidad en Mando Naval, y las Maestrías en Administración Naval y Planeación y Seguridad Nacional, en el Centro de Estudios Superiores Navales.
Posteriormente, obtuvo el primer lugar en aprovechamiento académico en Curso Avanzado Internacional de Inteligencia, en Guatemala, con una preparación permanente en diversos ámbitos del conocimiento y una experiencia operativa que lo ha llevado a ocupar diversos puestos estratégicos de importancia en la Secretaría de Marina, destacando su paso reciente como Jefe de la Unidad de Inteligencia Naval, periodo en el que implementó el Centro de Operaciones de Inteligencia, Vigilancia y Reconocimiento de la Armada de México.
A Eduardo Redondo Arámburo se debe la estandarización de la doctrina para el empleo de la Inteligencia de Señales en el marco del sistema de inteligencia naval para la seguridad nacional, que provee de información valiosa al Estado Mexicano, sobre todo para el combate de la delincuencia organizada.
Este trabajo ha sido fundamental para la detención de capos, líderes del narcotráfico, cierre de empresas empleadas para el lavado de dinero y el aseguramiento de grandes cantidades de sustancias ilícitas.
Tiene también una amplia trayectoria en el área académica como investigador, docente, conferencista, escritor de diversas obras de consulta obligada y responsable de la capacitación en derechos humanos en la SeMar.
Entre los reconocimientos que se le han otorgado destacan “Mérito Docente Naval” Primera Clase, “Mérito Profesional R.I.A.N.” y la “Orden del Mérito Naval” en grado de Caballero, otorgada por el gobierno de la República de Chile, así como diversas menciones honoríficas.
En la época que fue jefe de la Unidad de Inteligencia Naval (UIN), Eduardo Redondo Arámburo no solamente fortaleció la estructura de inteligencia naval sino la tecnología para diversas tareas y la formación de personal especializado con un alto desempeño y efectividad profesional.
Las capacidades operativas y los recursos del Sistema de Inteligencia de la Marina Armada de México, le han permitido destacar en el combate a la delincuencia en todas sus formas.
Hay que destacar que la Marina ha fortalecido su inteligencia a pasos agigantados en los últimos cinco años y su personal se ha especializado dentro y fuera de México. Sin duda, en estos tiempos de polémica por la creación de la Guardia Nacional, el papel del Sistema de Inteligencia Naval será fundamental para la seguridad nacional y el combate al delito.
CONVERSACIÓN CON EL MAR
“Conversación con el mar” es un poema que Elías Nandino dedicó a Ramón López Velarde. He aquí un fragmento: “Yo comprendo tu ausencia de palabras, la frase blanca de tu errante espuma, el delirio que asoma por tus ojos y el cambiante color de tu esperanza. Yo también, como tú, sufro los cambios que te imponen los astros y la atmósfera al urdir plenilunios o relámpagos. Del muro de mi pecho al horizonte se estrella el retumbar de tus oleajes y soy de tus vaivenes, el reflejo. Los dos, en invencibles litorales, sufrimos la experiencia de la vida sin poder evadir nuestro destino. En tu flujo y reflujo me recuesto mecido por tu hamaca ilimitada y en tu regazo azul vierto mi tiempo escuchando el reloj de mis latidos”. Esos versos los conoce Eduardo.
En la última hora del viernes 30 de noviembre de 2018, el Almirante Vidal Francisco Soberón Sanz entregó el sable de mando al Almirante José Rafael Ojeda Durán, como Secretario de Marina de México para el periodo 2018-2024, en ceremonia solemne celebrada en la Explanada de Honor de la SeMar en la Ciudad de México.
El nuevo titular es el Almirante más antiguo en la Marina y cuenta con maestría en Seguridad Nacional. Conoció Sinaloa por aire, mar y tierra en la época que fue comandante de la Cuarta Región Naval, cuya jurisdicción abarca los estados de Sinaloa y Sonora.
Al finalizar el protocolo de entrega recepción y transferencia de mando, en los primeros minutos del sábado 1 de diciembre, el Secretario de Marina, Almirante José Rafael Ojeda Durán, tomó protesta al niño que salió de Escuinapa con el mar como destino, ahora convertido en hombre, Almirante del Cuerpo General, Diplomado de Estado Mayor, Eduardo Redondo Arámburo, como Subsecretario de la Marina Armada de México.
Parafraseando el “Himno Cadetes de la Naval”, el subsecretario Eduardo Redondo sostiene: “¡Mi orgullo es ser marino! Feliz con mi destino, mi patria y mi bandera. Por un honor que debo honrar con dignidad y valor”.
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